Un apio a la derecha

No entendes la chanchada que acabo de hacer: agarre un alfajor y le unte dulce de leche. Una capa gorda de dulce de leche toda por encima. Y me lo comi todo. Ansiedad, yo? Ja, que espanto. Onda, hacete esta imagen: la mina va a la cocina a la una-y-pico de la mañana, se agarra un havanna de chocolate, abre la heladera (si, lo esta haciendo!), mete la cuchara en el pote de dulce de leche y lo aplica prolijamente sobre toda la superficie. De golpe, despues de tanta preparacion, en un abrir y cerrar de ojos, pum, ya no hay nada. Dejate de joder. Cuando te pones a untarle dulce de leche a algo que ya tiene dulce de leche solo te cabe un diagnostico: gordita incurable.

Lanzada esta horrible confesion al ciberespacio, prosigo.

Hay dias en los que soy un aparato. No tengo otra palabra: aparato. Aparato de Golgi.
Y obbbbbppppppffffffffvvvvvio, lo que acabo de escribir multiplica mi aparatez. No, no, no leiste mal. Yo-escribi-aparato-de-golgi. Con estas manitos que dios me dio. Cuando estas en aparato, nada que hagas te va a salvar. Y si por casualidad decis algo que no es aparatoso, no te preocupes: te va a llevar unos cortisimos segundos volver a embarrarla. Como cuando haces un rrruido con la zapatilla en el sillon y nadie te dice nada, y de perseguida nomas decis: "ey che, fue la zapatilla", mientras haces friccion espastica logrando que todos miren como intentas reproducir un sonido que, naturalmente, no sale. Grabenselo a fuego, amigos: la aparatez es un laberinto tenebroso, una neblina espesa, un callejon sin salida. Aunque en este caso, bueno, en este caso se parece mas a un barril sin fondo.

Que ansiedad, viejo. Asi no se puede. La vida me sonrie, si, aunque mataria que se modere con la buena onda y no se me cague de la risa en la cara.