Push your luck

Siempre me gusto desafiar a la suerte.

Cuando era chiquita y tenia tres deseos, siempre le decia a mis papas que no se los podia contar, pero que yo solo pedia un unico deseo. Y ellos me miraban y se reian, y me decian que por que era tan poco ambiciosa, que si tenia tres que usara los tres. Y yo no, que con uno me alcanzaba. Y estos pensarian que yo era una pelotuda, pero por adentro yo me sentia la mas capa de todas: mi deseo era poder pedir todos los deseos que quisiera cuando quisiera. Nada de esperar a estrellas fugaces, panaderos voladores (con semillita porque si no no sirven), vaquitas de san antonio, trenes pasando por el puente sobre mi cabeza, velitas de cumpleaños, treboles de cuatro hojas, huesito del pollo, boleto capicua... no, quiero desear lo que se me antoja cuando se me canta.

Con el paso del tiempo y visto que la tecnica no funcionaba del todo bien (nunca nevo en Buenos Aires, el fin de semana no tenia cuatro dias, al colegio habia que ir a la mañana, no me dejaban cenar chocotorta y era obligatorio bañarse todos los dias) decidi cambiar la estrategia. Con las pulseritas de la suerte, por ejemplo. Que te dicen que los deseos se cumplen recien cuando se te cortan. Y entonces tenes un hilo podrido en la muñeca por tres años, hasta que finalmente se rompe y ya no tenes ni la menor idea de lo que habias deseado, obvio. Pero habia una regla clave en esto de las pulseritas: obviamente no se podian contar los deseos, pero ademas no la podias cortar porque no se iban a cumplir nunca, o, aun peor, se te cumplian "al reves". Entonces empece a atarme esas pulseritas, pedir cosas contrarias a las que deseaba, y tijeretazo. Listo, ahora como rompi la pulsera se me tienen que cumplir al reves.

Ahora no creo mucho en los deseos, es mas como que lo que toca toca porque la suerte es loca. Pero una loca linda, divina, porque la verdad, que queres que te diga, no me va para nada, nada mal.